¿Me amas?
- Karen Lucia Tapia Hernandez
- 16 may 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 2 sept 2021
Una vez mi padre me dijo, “Nunca sabrás quien eres, hasta que sepas quien es tu padre,” claro que originalmente me lo dijo en el tono secular, yo pude percibir inmediatamente la voz de Dios diciéndome exactamente eso. Y es que muchas veces nos preguntamos realmente que es lo que debemos hacer o cual es el propósito de nuestra vida, mas cuantas veces nos cuesta ver hacia Dios y ver qué es lo que Él desea hagamos. Quizás nos pasa a algunos de nosotros, que muchas veces no sabemos lo que deseamos hacer o que es lo que queremos y es ahí cuando hemos llegado a experimentar incluso lo que quizás nunca debimos haber hecho, por ende, ahí es donde sufrimos y nos duele, nos duele horriblemente, porque no sabíamos que era lo que realmente deseábamos o quizás buscábamos satisfacer nuestros deseos y carencias en vicios e incluso creyendo que otras personas nos podrían ayudar. Sin embargo, es aquí cuando viene nuestro Padre Celestial a buscarnos como Hijos Pródigos para que le encontremos en sus brazos de amor.
Juan 1:12 (NVI) 12 Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios.
Si nos ponemos a pensar, que es tener un derecho, podemos ver el ámbito interesante de que nos ha dado un poder, una legalidad, el beneficio único y especial de ser sus hijos y cómo tal podemos ejercer órdenes y decretos en su nombre. Pudo haber momentos que alguno de nosotros, no tuvo a su papá presente durante su crecimiento, tal vez nuestro padre no supo aconsejarnos o protegernos como hubiéramos querido, o quizás el caso fue que simplemente no tuvimos una figura paternal que nos pudiese guiar de la manera que todo niño o niña idealmente debería tener, sin embargo, en estos momentos es cuando podemos ver el perfecto amor de nuestro Padre Celestial.
Salmos 27:10 (RVC) 10 Podrían mi padre y mi madre abandonarme, pero tú, Señor, me recogerás.
¿Qué quiere decir esto? Que a pesar de los errores que posiblemente nuestros padres pudieron haber cometido, nuestro Padre Celestial siempre se va a encargar de acogernos en sus brazos, cuidarnos, protegernos, proveernos, aconsejarnos y estar presente para nosotros. Lo más bello de nuestro Abba (significa padre en arameo) es que Él siempre está dispuesto a escucharnos si lo buscamos a Él como nuestro Padre, pues en el momento que lo aceptamos como Padre, tenemos una conexión especial con Él que nos une directamente como sus hijos. Puede haber momentos en nuestra vida que nos sintamos desprotegidos o tal vez incluso atemorizados, pero es ahí cuando debemos recordar, que en el momento que dejamos que Dios sea nuestro Padre, nosotros tenemos su protección. Así como Jesús dijo:
Mateo 26:53 (TLA) 53 ¿No sabes que yo puedo pedirle ayuda a mi Padre, y que de inmediato me enviaría todo un ejército de ángeles para defenderme?
El momento que Dios nos adoptó como sus hijos también nos autorizó con su derecho legal a pedir su protección, pedir su apoyo y pedir su ayuda, pues estamos bajo su dominio. Así como cuando alguien hipotéticamente podría tener derecho a una herencia por su apellido, desde el momento que nosotros somos adoptados como Hijos de Dios, nosotros también tenemos derecho a los beneficios de buscarle a Dios como Padre, como Papá, como un Papito. Y aunque algunos piensen que quizá el termino Papito es muy infantil, si nos ponemos a pensar, que Él es “tan compasivo con los que le temen como lo es un padre con sus hijos” (Salmos 103:13) y que la compasión es el sentimiento que nos permite sentir empatía hacia los demás y ayudarles, entonces Él quiere que nosotros nos acerquemos a Él porque desea quitar de nosotros lo que nos hace sufrir o ayudarnos a soportarlo, pues Él es un Dios de amor. Ahora lo que debemos tomar en cuenta, es que es lo que podemos hacer para que Dios, nos acoja como sus hijos, y esto es, seguir los mandamientos de Jesús, pues solo por Él podremos llegar a conocer el verdadero amor de nuestro Padre Celestial.
Juan 14:23 (RVC) 23 Jesús le respondió: «El que me ama, obedecerá mi palabra; y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y con él nos quedaremos a vivir.
Y si aún no has aceptado a Jesús en tu corazón, te motivo a que lo hagas hoy, y leas la siguiente oración en voz alta:
“Señor Jesús, te pido perdón por mis pecados, pues mis pecados me separan de ti. Yo te reconozco, como mi único, suficiente y verdadero Salvador. Yo rompo, todo pacto, con el mundo, con la carne y con el enemigo. Te doy gracias, por el sacrificio en la cruz. Yo sé que, si yo hoy muriese, en tus brazos estaré. Amén.”
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